martes, 16 de junio de 2009

Bocaditos a "la carte": Carne de Cañón. Serás un BLANCO HUMANO o no serás nada.













Primera afirmación: Es cierto. La línea VERTIGO se ha caracterizado por enfatizar temáticas relacionadas con lo sobrenatural y lo fantástico en sus series más famosas e ilustres. Sandman y todos sus derivados, Predicador, Fábulas y la longeva Hellblazer, por citar los casos más rimbombantes. Pero también, con astucia y calidad, se han logrado colar por entre las grietas, series – limitadas o no – que tocan temáticas más urbanas, clandestinas, enteramente policiales o detectivescas, noir...

Autores como Azzarello y Brubaker, junto a sus inefables secuaces, Risso y Lark, respectivamente, regalaron a los lectores obras como 100 Balas o La escena del crimen, donde elevaban las cotas de calidad de la línea VERTIGO, demostrando que el policial y el subgénero del film noir, nunca pasan de moda.

A sabiendas que en el vasto universo DC, hay muchos personajes clásicos, con raíces fuertes y premisas atractivas, los vertiginosos editores se decidieron por rescatar del olvido criaturas más urbanas y menos superheroicas, les limpiaron el polvo, les dieron una buena repasada a manos de equipos creativos lo suficientemente inteligentes para arrojarlos al ruedo, pero con una mirada mucho más cruda, violenta y actual. Si Gaiman y sus amigos reinventaron el concepto de Sandman con un trágico Morfeo, ¿por qué no hacer lo mismo con Wesley Doods, el Soldado Desconocido, el Sargento Rock o Christopher Chance?

Los resultados fueron dispares. Y sin importar la época en la que transcurrían los relatos, lo que se mantuvo, fue el espíritu crítico hacia la sociedad, el “american way of life”, las instituciones y la naturaleza humana, todo esto, bajo un efectivo velo de violencia, cruda y sin concesiones. Lo que también aconteció, y a pesar de recuperar personajes ya existentes, es que, en esa vorágine creadora, donde todo es posible, autores como Matt Wagner, Steven Seagle o el mismo Milligan, firmaron algunos de sus mejores trabajos como guionistas.

Segunda afirmación: Blanco Humano es una de las más complejas y mejor estructuradas obras del guionista británico Peter Milligan. Una serie limitada de 4 números (Blanco Humano; 2000), una novela gráfica (Blanco Humano: Montaje final; 2004), y finalmente una serie regular de 21 números reunida en 4 volúmenes (Zonas de choque, Vivir en Amérika, En el nombre del padre y El Usurpador), junto a los dibujantes Edvin Biukovic, Javier Pulido y Cliff Chiang, dan perfecta cuenta de esto.

El origen de Christopher Chance, el “blanco humano” del título, se remonta a 1972, cuando el Len Wein daba vida a un singular detective privado y guardaespaldas, capaz de asumir cualquier identidad o personalidad, todo un camaleón humano y un maestro del disfraz. La suerte de Christopher Chance estaba echada y su potencial era inmenso. Un dato curioso, es que Chance, en sus primeras aventuras, compartía cartel con otra de las creaciones de Wein, el detective Johnny Double, y, aunque posteriormente cada uno seguiría su propio camino, respectivamente VERTIGO los recuperaría del olvido con dos equipos de lujo. Milligan a la escritura y el croata Edvin Biukovic (1969-1999) a los lápices se hicieron cargo del camaleón humano, mientras que Azzarello y Risso, se decantaron por el detective. El primero obtuvo su serie mensual, tan breve como una exhalación, el otro no, pero marcó el comienzo de una excelente dupla creativa.

Tal vez, uno de los mayores logros del BLANCO HUMANO de Milligan, es la complejidad de su protagonista. Christopher Chance es, ya lo dijimos, un camaleón, un maestro del disfraz, una identidad tan maleable como sensible, que le permite “meterse” en la piel y el alma de sus clientes, sean estos, sacerdotes, pastores evangelistas, estrellas de cine venidas a menos, curanderos, guionistas psicópatas, jugadores de béisbol, “coyotes” (mercenarios que pasan mexicanos por la frontera), o ex-socios perturbados. La galería, a lo largo de los capítulos en la vida de este guardaespaldas y "blanco humano", es tan variada y turbia, que conduce al protagonista a hundirse, no solo en las personalidades de sus clientes, sino también, en sus temores más profundos, sus cicatrices más nefastas y en sus bajezas más reconocibles.

Y aquí es donde Milligan hinca los colmillos, ya que, bajo la superficie, no existe nadie inocente. De cerca, nadie es normal. Desde dentro, todos somos criaturas confusas y peligrosas, mediocres y vulnerables. Chance se expone a estos vaivenes, y solo en esta simbiosis, llega a completarse como individuo. El problema, básicamente, sigue siendo que Christopher Chance es un individuo que no es individuo, sino más bien, legión...

Por otro lado, cada caso que aborda, nos acerca al costado más oscuro de las sociedades modernas, conformistas y mundanas, con todas sus fobias y psicosis. No hay nada más peligroso que un hombre que se da por muerto aprovechando los atentados a las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, y no le importa que el precio para saldar una deuda, sea la vida de su propia familia, ¿o sí? Qué hay de un sacerdote que esconde bajo la sotana mucho más de lo que dice y no es tan víctima como victimario...

Bajo esta lupa, se examinan los temores de una sociedad que muta y se retuerce en la agonía de su propia histeria e insatisfacción, haciendo de sus miedos un arma de doble filo. Sobre este doble filo, pende también la cordura de Chance, lo que agrega interés al ya de por sí, interesante personaje. Y es que Chance solo puede pensarse a si mismo como el total de las partes que ha representado alguna vez, es todos y ninguno al mismo tiempo. En una sociedad como la actual, donde la virtualidad de Internet, un chat o un teléfono celular, abrevia la comunicación – el lenguaje -, es evidente que los interlocutores se vuelven menos “nítidos”, pierden el rostro en virtud de una careta o máscara que los representa en esa "virtualidad comunicacional". La construcción del “yo” público de cada individuo es tan azarosa, que incluso, puede pervertirse no en una, sino en varias construcciones de una misma persona.

Todo esto está en el BLANCO HUMANO de Peter Milligan, acompañado, alternativamente, por los efectivos lápices Evin Biukovic, Javier Pulido y Cliff Chiang, junto a tramas con reveses, disparos, asesinatos, personalidades travestidas, y una estructura sólida y concisa, pensada hasta el último detalle, que sin embargo, y pese al reconocimiento de la crítica especializada no ayudó a evitar su cancelación. Algunos lectores nos preguntamos si esto ayuda o no a una serie de este tipo, o de cualquiera. Una vida extensa, a veces, limita las posibilidades creativas y dispersa el interés, con altibajos que atentan contra el sentido único de la obra, que termina por perderse en post del ranking de ventas.

Milligan ha demostrado ser un autor que gusta embarcarse en proyectos tan personales como variados. Skreemer, Shade El hombre cambiante, The extremist, Enigma, Pop London y Los carnívoros, muestran estas facetas. Los resultados, son diversos. Lo cierto, es que en BLANCO HUMANO no falta ni sobra nada. Vivimos con Chance al filo de la navaja, y su final es tan lógico y contundente que hasta se agradece.

jueves, 4 de junio de 2009

News on March. Novedades "a la carte"!!

(con)PLOT. RESTAURANTE DE MENTE
da la bienvenida al frío y las hojas amarillas...

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